Y la previa para que Monterrey pueda Conquistar al Mundo.
Néstor García Canclini, en su libro Culturas Híbridas, asegura que el Estado debe ser quien cuide del patrimonio y las empresas quienes lo modernicen. Este concepto corresponde al modelo adoptado para la gestión cultural en los gobiernos contemporáneos, no sólo latinoamericanos, sino mundiales. Los gobiernos asumen la responsabilidad de preservar el patrimonio cultural de su país mientras que las empresas se encargan de la difusión a través de patrocinios o mecenazgos. Si se reflexiona un segundo, no es nada nuevo para la historia. Tal vez ahora el impacto sea de mayor escala por la globalización.
A la velocidad que avanzan los medios de comunicación es posible tener presencia y conciencia del mundo entero en milésimas de segundo. Y no solo enterarse de qué pasó, sino de cuál es la reacción de las masas y su interpretación. Así como a principios del siglo XX el concreto armado y el ascensor cambiaron la morfología de las ciudades; o así como el automóvil y los medios de transporte revolucionaron las redes carreteras que unen a los países, así ahora el chip, los bites y el internet cambian las estructuras del mundo. En este contexto estamos y somos parte de éste, nos guste o no.
“Junto con este cambio en las relaciones de la “alta” cultura con el consumo masivo se modifica el acceso de las diversas clases a las innovaciones de las metrópolis. No es indispensable pertenecer a los clanes familiares de la burguesía o recibir una beca en el extranjero para estar enterado de las variaciones del gusto artístico o político. El cosmopolitismo se democratiza. En una cultura industrializada que necesita expandirse constantemente, el consumo es menor a la posibilidad de reservar repertorios exclusivos para minorías. No obstante, se renuevan los mecanismos diferenciales cuando diversos sujetos se apropian de las novedades.” 1
Teniendo a las empresas como patrocinadoras de eventos culturales y a un gobierno (que se espera sea serio) al respaldo del patrimonio cultural, la administración de recursos y la logística de la difusión pueden desarrollar esquemas altamente lucrativos y rentables, sin duda. Además, cuando colaboran diversos sectores de gobierno, el resultado debería ser mucho mayor. Imagínese el esquema de trabajo entre las dependencias de cultura, apoyadas por la iniciativa privada y respaldadas en redes sociales, radio y TV por las secretarías de turismo, de educación o de desarrollo urbano, sus empleados y aquéllos influencers con los que se identifiquen más los valores de ese proyecto.
Así como exigimos que nuestros gobiernos sean serios y respetuosos del patrimonio cultural de un país, también se espera que haya una figura neutral y autónoma que lleve la batuta, un gestor cultural capaz de lograr que se relacionen interdisciplinariamente unas con otras esas secretarías o ministerios de gobierno para materializar proyectos que atraigan la atención de los ciudadanos y de los más expertos académicos y que estén a la altura de los más influyentes museos mundiales.
Por eso esta responsabilidad debe recaer en un gestor cultural, y no en un gobernador o del secretario de turismo. El gestor cultural deberá tener un perfil adecuado para lograr que se realicen los eventos y la toma de decisiones a partir de un abordaje 100% cultural, de expansión y difusión de los talentos regionales, de apertura a culturas externas o de valoración histórica de una sociedad. Porque cuando un evento cultural está a cargo de un político de cualquier índole, será inevitable desligar la percepción ciudadana de su bagaje mediático, de sus intereses electorales. Y si es un ministro de otra secretaría, no podrá evitarse la sospecha de que cargue la balanza hacia su sector, lo cual puede demeritar la percepción del público final, por pensar que detrás de la difusión existe una maquinaria de captación de negocio.
Lo que se pretende es que a través del gestor cultural se enfoque más la atención en el contenido que en la forma, es decir, en los contenidos de la exposición que en la galería, plaza o ciudad donde se exhibe y, con mucho mayor razón, con los personajes que la patrocinaron y organizaron. Entre menor protagonismo tengan las instituciones, el resultado será muchísimo más puro y esto propiciará que la cultura genere mayor interés en los ciudadanos.
En México el Gobierno Federal administra la Secretaría de Cultura a nivel nacional y cada Estado tiene su propia Subsecretaría de Cultura que rige y administra lo concerniente a cada entidad, así como algunos municipios tienen ciertas dependencias que atañen más a lo local, sin embargo la existencia de éstas últimas se presenta sólo en ciudades particulares.
Dada la soberanía de cada Estado, los planes y el presupuesto son asignados por el Gobierno Estatal, lo mismo sucede con los Gobiernos Municipales. Las secretarías tienen fundaciones autónomas de promoción de la cultura, a nivel federal está el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, o CONACULTA y en el caso estatal, en Nuevo León por ejemplo, está el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, CONARTE, que entre sus funciones tiene regir alguna parcialidad de los eventos más importantes que se desarrollan en Monterrey y Nuevo León.
Paralelamente existen ciertos organismos que funcionan de manera independiente para determinados proyectos, programas o eventos específicos de gran magnitud, como el Foro Universal de las Culturas Monterrey 2007, que integra a parte de las actividades culturales de las distintas áreas de gobierno.
Existe a nivel federal el denominado Plan Nacional de Desarrollo que dicta los lineamientos a seguir por el Gobierno Federal en determinados periodos a corto, mediano y largo plazo, el vigente contempla hasta el año 2024. Estos documentos mencionan también, entre muchos otros aspectos, aquéllos concernientes a la difusión artística y cultural que involucran posteriormente a los planes culturales que emite cada entidad.
CONARTE se autodenomina en su misión como “el organismo público de Nuevo León responsable de apoyar el resultado cultural a través de un programa plural, democrático y participativo que propicie y estimule las experiencias artísticas, incremente los valores culturales y proteja, conserve y difunda el patrimonio cultural.”
Es también el encargado de fomentar y coordinar las relaciones con la federación, los estados y los municipios, así como instituciones públicas y privadas. Su compromiso es ofrecer opciones culturales para toda la sociedad.
Es pertinente señalar que el CONARTE es un organismo público descentralizado del Gobierno del Estado, así se conjugan esfuerzos públicos y privados en la realización de los proyectos, con estímulos fiscales a quienes apoyen económicamente a este organismo.
Además del plan cultural que cada administración elabora para el periodo que dura, existe una ley detallada que regula las funciones del CONARTE, la descripción del perfil de sus integrantes, así como sus atribuciones. Describe la forma de operar, las facultades y obligaciones de los miembros, sus penalidades y los procesos de remoción, el sistema a seguir en las elecciones y un detalladísimo reglamento para el uso de los espacios culturales del Consejo. Cada administración de gobierno elabora su agenda cultural, la cual comprende mayoritariamente actividades de tipo artístico, sin embargo involucran también aspectos folclóricos, populares y sociales, entre otros. Si bien es cierto que gran parte del quehacer del gestor cultural es agendar los eventos, también es deber suyo el orientarlos o jerarquizarlos con base a las expectativas que pretende el Plan Estatal de Desarrollo, que apunta entre sus proyectos estratégicos para transformar Nuevo León aspectos relativos a lo cultural, como la integración del proceso de desarrollo económico-regional de Nuevo León, el noreste de México y Texas, donde ubica el contexto geográfico inmediato al Estado para su relación armoniosa con el entorno, además claro de los aspectos económicos y sociales que esto involucra.
Si la agenda cultural de un país y de sus estados tienen relación con el Plan Nacional de Desarrollo, la transmisión de un mensaje será mucho más contundente. Sin embargo, existe la tentación inevitable de que exista un adoctrinamiento por parte del gobierno en cuestión. Por este motivo, la interdisciplinariedad debe apegarse siempre a una ética y someterse también al escrutinio legislativo. No con el fin de censurar, sino de rendir cuentas y, sobre todo, de estimular y propiciar su total autonomía y, de ser posible, la pluralidad de temas para que así los ciudadanos tengan una diversidad muchísimo más rica.
Por ejemplo, cuando México era gobernado por partidos de derecha, en la Ciudad de Monterrey, que es una de las más prósperas y ricas del país, se emprendían esfuerzos para consolidarla como Ciudad Internacional del Conocimiento, que si bien es cierto se enfoca muchísimo más a la educación superior, también involucra aspectos de difusión cultural para lograr su objetivo, pero no pretendía difundirlo entre los ciudadanos específicamente, sino más bien mostrar al mundo un perfil de ciudadano cosmopolita que no correspondía con la mayoría de la población. En vez de dedicar los esfuerzos y los recursos a capacitar mejor a los ciudadanos, se optó por realizar eventos pomposos que proyectaran al mundo una imagen de falso desarrollo, pues esas eran las prioridades del gobierno en esas épocas.
Otro proyecto que pretendía la integración urbanística del Parque Fundidora con el Barrio Antiguo y la Macroplaza de Monterrey. Tres lugares que concentran gran parte del patrimonio cultural de la ciudad y muchos de los edificios destinados a la difusión cultural, como la cineteca, videoteca, pinacotecas y museos y que, por suerte, cuenta actualmente con un amplio número de turistas y paseantes locales. En este caso podemos decir que el resultado fue ampliamente positivo, dado que se dotó a la Ciudad de Monterrey de un espacio urbano con un carácter masivo y plural que nunca antes había tenido. A más de 20 años de funcionamiento el espacio luce cada vez mejor.
Y su éxito sería mucho mayor si un gestor cultural coordinara las actividades de todos los espacios que se integran en esa zona, para así tener una oferta interdisciplinaria más organizada y atractiva que llegue a más gente.
El gestor cultural debe ser mediador entre lo público y lo privado, entre los distintos órdenes de gobierno, entre los productores y los espectadores, es decir, está en medio, tratando de hacer llegar la exposición de la cultura a toda la sociedad. Ser un intérprete entre los ciudadanos, las intenciones del gobierno, la rentabilidad para los patrocinadores y la derrama económica para los lugares donde se organicen los eventos.
Debe también ser vocero ante los medios de comunicación. O mucho mejor si delega esta actividad, porque una persona debe estar disponible para resolver las dudas tanto de la prensa, como de los ciudadanos y los turistas.
Otro ejemplo es el Foro Universal de las Culturas Monterrey 2007, que aunque fue gestionado por una administración anterior, incluso de un partido político distinto, posteriormente fue ejecutado por un gobierno de otra extracción partidista y lograron coordinarse favorablemente. Es un caso interesante para analizar, pues si bien es cierto que en Barcelona el mismo evento un par de años atrás dejó la impresión de tratarse de una voraz maquinaria inmobiliaria que lo único que pretendía era aumentar el valor comercial de un terreno, desde otro punto de vista incluso esta concepción corresponde también a una identidad cultural latente y en la cual se basa el desempeño de una sociedad totalmente capitalista y consumista, como lo es Barcelona o Monterrey.
La tentación de favorecer intereses turbios desde los gobiernos es un asunto que debe vigilarse siempre, independientemente si los gobiernos son de izquierda o derecha. Los riesgos existen y el costo de un fraude en esos eventos puede ser altísimo. Pero no podemos negarnos ni a difusión cultural, ni a la globalización. Es deseable que desde el Gobierno Federal se pretenda atraer los reflectores internacionales y que se involucren todos los sectores de gobierno y la iniciativa privada. Pudiera interpretarse como si la intención fuera que sólo se pretende que el mundo voltee a vernos para que les interese invertir en México. Aprovechar una ciudad rica para que parezca que todo va bien. Después de todo necesitamos inversión y gente que viva en todos los edificios que actualmente se están construyendo en la Ciudad.
Podemos decir entonces que la labor de un buen gestor cultural va mucho más allá que ser curador de exposiciones. Si se elige bien, su labor 100% cultural puede tener además un aporte que beneficie a otros sectores si trabaja interdisciplinariamente, con los ministerios de gobierno como ya se dijo antes, pero también con desarrolladores urbanos pero, incluso aún mejor, con los diseñadores que crean la marca turística de la Ciudad de Monterrey. Para que así cada decisión que se tome tenga relación identitaria y nutra así poderosamente a la imagen que los ciudadanos y los visitantes tengan de la metrópoli y de su gente, sin necesidad de estar escondiendo realidades que no queremos que vean, sino mostrando al mundo todas nuestras realidades, con sus pros y sus contras.
Hay muchas razones para estar orgullosos de la Ciudad de Monterrey, de su Área Metropolitana y del Estado de Nuevo León. Está en medio de corrientes tan distintas como son la vecindad con los Estados Unidos y todo lo que ello implica, y por otro lado ser la ciudad industrial más rica del País y tener al municipio con ingreso percápita más alto de Latinoamérica, y un gran prestigio estudiantil a nivel mundial y por si fuera poco, ser parte de un país lleno de contrastes económicos, políticos, sociales y culturales.
Podría verse como una “macdonalización” cultural, que a fin de cuentas viene a ser respuesta de una identidad cultural como se mencionó recién, pero como dice Canclini, “El estado cuida del patrimonio, las empresas lo modernizan”. El reto es no perder el piso y caer seducido por las mieles del capitalismo y dejar de lado los intangibles de una cultura tan rica y milenaria como la mexicana, llena de tradiciones y costumbres que no deben perderse, si bien es cierto que ya no se vive así, no debe olvidarse ni desterrar un pasado que nos formó como país.
“Ser culto, e incluso ser culto moderno, implica no tanto vincularse con un repertorio de objetos y mensajes exclusivamente modernos, sino saber incorporar el arte y la literatura de vanguardias como los avances tecnológicos, a matrices tradicionales de privilegio social y distinción simbólica.”1
Ejemplos exitosos de esta empatía menciona Canclini, entre ellos el Instituto Nacional de Antropología, en Ciudad de México, donde Ramírez Vázquez hizo gala de todo su talento para crear una cede digna de tan alto patrimonio histórico, no es una réplica de una pirámide azteca, es una interpretación de un concepto antropológico hecho arquitectura, con la modernidad que el contexto y la época exigían, y aún sorprende. Otro caso semejante puede ser el recién inaugurado MoMA de Nueva York, donde se hace una valoración de lo moderno y la arquitectura espectacular no opaca a lo exhibido, la combinación es sublime, pese a que se esperaba eligieran un diseño mucho más atrevido, optaron por un proyecto más conservador, tomando en cuenta la influencia artística del MoMA en el arte contemporáneo, dejando las vanguardias a los vanguardistas.
Si nos organizáramos mejor, podríamos tener una metrópoli de carácter mundial. Capital existe. Infraestructura también. Edificios de primer mundo. Paisajes súper envidiables. Gente trabajadora. Entretenimiento. Riqueza cultural. Recursos naturales. Pero también tenemos un área de oportunidad y varias amenazas que no pueden seguir creciendo. Inseguridad, tráfico y contaminación del aire las más insostenibles. Además necesitamos fortalecer el desarrollo urbano. Deshacernos de todos esos cables que ya no se usan pero siguen colgados estorbando y contaminando nuestra visión cotidiana y enterrar los que sí se usan para que vayan subterráneos. Construir una red de transporte público a la altura. Reorganizar las rutas de colectivos. Triplicar o cuadruplicar las líneas de metro. Aprovechar nuestras montañas con parques corredores miradores que permitan a los ciudadanos ejercitarse, tener zonas de esparcimiento y convivir sanamente. Arborizar la ciudad lo más posible para que sea transitable por los peatones todo el año y para que respiremos un aire más limpio. Construir una red de drenaje pluvial que nos permita conducir el agua de las lluvias a nuestras presas para así no tener escases de agua. Implementar una red de bicicletas con sus bicisendas tipo el sistema Ecobici de CDMX. Regenerar el centro de la Ciudad. Ampliar considerablemente las banquetas para que los peatones no tengan que invadir las calles.
Pero, ¿tiene todo esto último relación con la gestión cultural y el rol del gestor cultural? Sin duda sí. Porque todo lo referente a cultura se debe abordar interdisciplinariamente y son asuntos que nos involucran a todos como sociedad y es también la cotidianidad de las generaciones actuales y las que vienen. Es nuestro entorno y es lo que somos, viene de lo que fuimos y de la forma en que lo abordemos forjará lo que seremos.
- Culturas Híbridas, Néstor García Canclini.